¡Qué poca repercusión tienen determinadas noticias en la prensa de nuestros países occidentales!. Hace unos días unos "opositores" a la dictadura del presidente sirio, de esos que gritan por la libertad, asaltaron un autobús, registraron, robaron y asesinaron a alguno de los viajeros. Y mataron sí, pero no a cualquiera de los ocupantes, sino a uno de los pasajeros que llevaba colgada una cruz al cuello.
Los cristianos son acosados, obligados a irse sin darles tiempo a coger sus pertenencias, son utilizados como escudos humanos en los tejados de los edificios donde se refugian los milicianos y las mujeres violadas en nombre del islam.
Rusia calla y apoya a Siria. Occidente y algunos países árabes apoyan a los guerrilleros "islamistas" y les envían armas sin darse cuenta de que como en Egipto, Mali, Túnez o Libia no es precisamente una democracia lo que están imponiendo, sino que buscan derrocar un régimen político laico para instalar un régimen político-religioso preocupante para las minorías religiosas, sobre todo cristianos.
Amnistía Internacional denuncia sistemáticas violaciones de los DDHH en ambos bandos, asesinatos y desapariciones y nadie hace nada. Pide que se denuncie ante la corte penal internacional pero los vetos lo impiden.
En Bengasi, Libia, cuatro cristianos de varias nacionalidades fueron detenidos bajo la sospecha de distribuir literatura cristiana y hacer proselitismo. La pena de tal actividad es "pena de muerte". La misma suerte ha corrido Cruz Roja, atacada porque, según los atacantes, distribuye Biblias.
En el norte de Mali hay una limpieza religiosa y es la ley islámica la que se impone y en Sudán, al menos 55 cristianos han sido arrestados por parte de autoridades, desde hace dos semanas sin ningún cargo en su contra, según denuncia la organización Christian Solidarity Worldwide y añade que el presidente ha declarado en repetidas ocasiones que la nueva Constitución de Sudán sería del 100 por ciento islámica.
¿Para qué está la ONU? No hay respuesta.